Reapertura y nuevo programa expositivo del Museo de Bellas Artes de Bilbao
El museo traslada su actividad pública al edificio de 1970 y celebra la vitalidad de la institución a lo largo de cinco décadas y la contemporaneidad de sus propuestas. Catalogado dentro del movimiento moderno internacional, y claramente influido por Mies van der Rohe, el edificio de Álvaro Líbano y Ricardo Beascoa constituyó la primera ampliación del museo y, al mismo tiempo, el primer equipamiento museográfico español diseñado específicamente para albergar arte contemporáneo. Inaugurado en 1970, su reciente rehabilitación -dentro del plan de ampliación proyectado por Norman Foster y Luis María Uriarte- ha recuperado su esencia arquitectónica original a la vez que ha incorporado los requerimientos actuales en materia de funcionalidad, accesibilidad y seguridad.
Como bienvenida, la renovada plaza Eduardo Chillida acoge Elogio del hierro III(1991), una escultura homenaje a Bilbao por encargo de BBVA al artista, cedida ahora en depósito. La ciudad inspira también la Vista de Bilbao (c. 1700),un cuadro inédito recientemente adquirido que enriquece significativamente la iconografía de la Villa. En la planta baja del edificio se presenta la exposición Ataria (bat), que reúne un amplio conjunto de obras y proyectos de muy diversa naturaleza que subrayan el papel esencial del museo en relación con la ciudad y su panorama artístico. El primer piso aloja Georg Baselitz. Algo en todo. Pinturas 2014-2025, una muestra con medio centenar de obras realizadas a lo largo de los últimos diez años por uno de los artistas en activo más destacados de la segunda mitad del siglo XX.
La arquitectura de Líbano y Beascoa, el gesto escultórico de Chillida, la memoria de Ataria y la pintura de Baselitz consolidan el diálogo del museo con el presente y proyectan su papel en la vida artística de la ciudad y en el contexto internacional.
Georg Baselitz. Pinturas 2014-2025. Algo en todo
8 de octubre, 2025 – 1 de marzo, 2026
Medio centenar de pinturas de gran formato realizadas en la última década reflejan las constantes creativas de uno de los artistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.
Nacido en 1938 como Hans-Georg Kern en la localidad de Deutschbaselitz (Sajonia, Alemania) -cercana a Dresde-, Baselitz es uno de los pintores más relevantes del arte europeo contemporáneo. Se dio a conocer en la década de 1960 con una pintura figurativa de carácter expresivo de gran formato, que lo identificaron con la generación de artistas que cuestionaban los valores que condujeron a la Segunda Guerra Mundial.
La exposición presenta medio centenar de pinturas creadas en la última década, que han sido seleccionadas por el historiador británico Norman Rosenthal. El conjunto procede principalmente de distintas colecciones privadas.
Los imponentes lienzos (algunos llegan a medir más de cuatro metros de alto) abordan las obsesiones temáticas de Baselitz en imágenes extraordinarias impregnadas por la persistencia de la conciencia del propio cuerpo y la autobiografía, y de la historia del arte. Figuras, cabezas, manos, piernas, medias de nylon y águilas que condensan una nueva expresividad y la genial lucidez de la producción más reciente del pintor alemán.
Como acompañamiento a esta muestra excepcional, el museo ha editado un cuidado catálogo con textos especializados (en euskera, castellano e inglés) a cargo de los historiadores Norman Rosenthal, José María Parreño, Bernard Blistène y Éric Darragon.
La muestra aborda, además, la idea de que la fuerza creativa supera las limitaciones físicas de la ancianidad. De este modo, Baselitz entra ya a formar parte de una genealogía artística en la que se hayan otros pintores de larga trayectoria como Miguel Ángel, Tiziano, Goya o Picasso.
Procedente del mundo del arte, este ejemplo sirve al programa conjunto BBKmuseoa para proponer una reflexión global sobre el valor del envejecimiento positivo y de las relaciones intergeneracionales como activos sociales.
Las cuarenta y nueve obras reunidas para esta exposición son producto de toda una vida dedicada al arte y constituyen una especie de quintaesencia de las inquietudes creativas que Baselitz ha depurado durante la última década.
En el origen de su trayectoria artística se sitúa el rechazo a la pintura abstracta norteamericana y europea, y al realismo socialista oficializado por la Unión Soviética y la República Democrática Alemana, que Baselitz sustituyó por el interés en su propia biografía, incardinada en la cultura alemana y en la marca indeleble de la guerra y la posguerra europeas.
Por otra parte, y como recuerda Rosenthal en su texto, la obra de Baselitz reconoce e incorpora numerosas referencias plásticas que no solo proceden del arte contemporáneo –Frida Kahlo o Marcel Duchamp, entre muchos- sino también de artistas del Renacimiento italiano o alemán, el Romanticismo alemán o del llamado arte primitivo africano. Con ellos comparte la orientación temática de su obra y el uso de técnicas tradicionales, como la pintura al óleo o tempera sobre lienzo, la acuarela y la tinta sobre papel, el grabado o, ya en la década de los ochenta, la escultura en madera.
Su personal figuración basada casi exclusivamente en el cuerpo -el suyo y el de su esposa Elke- sufrió un cambio radical en 1969 cuando Baselitz decidió alterar las reglas al invertir la posición de la imagen pictórica como un rasgo de estilo que desde entonces se ha mantenido constante. En palabras de Parreño: “… el mundo ‘patas arriba’. El mundo regido por el absurdo que conoció Baselitz es el que intenta replicar aplicándole el mismo tratamiento”.
El repertorio temático se restringe a diversas partes del cuerpo que a lo largo de su carrera ha reinventado constantemente. El motivo de la mano, que aparece en 2019 en laca dorada, adquiere un nuevo significado al acercarse con su brillo de oro a las representaciones de la hamsa o “mano de Fátima”, un símbolo milenario de la espiritualidad oriental para evitar desgracias y atraer la buena suerte.
Otro conjunto relevante de obras –“escandalosamente juvenil”, según Darragon- aporta un nuevo hallazgo plástico de Baselitz: el uso de medias de nailon sobre piernas y brazos pintados. Una invención que evoca las codiciadas medias de nylon del comercio de posguerra, la vivacidad del mundo del cabaret y el burlesque, y el cliché erótico de este accesorio.
El collage aparece también en otras pinturas en las que Baselitz usa telas como elementos expresivos. En ocasiones las coloca junto a desnudos de apariencia vulnerable que, de este modo, adquieren, una presencia y una espiritualidad funerarias.
Una pintura de 2024 muestra una representación monumental (300 x 450 cm) de un águila, símbolo de la fuerza vital presente en la heráldica alemana que ya había utilizado en los años setenta. Boca abajo, con medias y sobre un límpido fondo azul, recibe el irónico título Ich kann kein Sex [No puedo tener sexo]. Una vez más, Baselitz vuelve sobre sus pasos para reafirmarse en la vida, ya sin drama.
Los fondos de Baselitz son habitualmente monocromos. En un ejercicio de concentración y gravedad, las figuras blancas, frontales e inertes sobre un fondo grisáceo o negro constituyen una especie de radiografía de la existencia. Hay también pinturas con fondos claros en las que aparecen figuras en tonos arcillosos que se acercan a la levedad de la pintura mural. Y otras sobre fondo dorado que ofrecen una misma versión menos grave de la existencia.
Baselitz aborda los enormes lienzos situados en el suelo. En los últimos tiempos –como cuenta Blisténe tras una visita al estudio del pintor en marzo de 2024-, Baselitz interviene la superficie del cuadro con el andador que Baselitz aborda los enormes lienzos situados en el suelo. En los últimos tiempos –como cuenta Blisténe tras una visita al estudio del pintor en marzo de 2024-, Baselitz interviene la superficie del cuadro con el andador que utiliza. Una nueva reinvención con la que deja las huellas visibles de su biografía y la prueba material de una vida dedicada a la pintura.
Ataria (bat)
8 de octubre, 2025 – 18 de enero, 2026
La reapertura del edificio de 1970 nos ofrece la oportunidad de revisar cinco décadas de arte contemporáneo en el contexto del museo mediante proyectos y obras que muestran a través de una variedad de prácticas artísticas una visión expandida del arte en el espacio público.
El traslado de la actividad del museo al edificio de 1970 -recientemente rehabilitado, en paralelo a la ejecución de la nueva arquitectura de Foster y Uriarte- ha impulsado este proyecto que reivindica la memoria y, al mismo tiempo, celebra la vitalidad de la institución y su papel en el contexto artístico vasco a lo largo de cinco décadas. En esta trama, el edificio diseñado por Álvaro Líbano y Ricardo Beascoa fue la primera ampliación del museo con el objetivo de disponer de un espacio específico -pionero en el Estado- para el arte contemporáneo.
Titulada Ataria por su condición de atrio, prólogo o umbral, la exposición recupera obras y proyectos artísticos fechados en su mayoría entre 1973 y 2023 con la ciudad de Bilbao y el museo como trasfondo. Se desarrollará en episodios sucesivos que, a lo largo de los próximos meses y hasta junio de 2026, irán señalando la apertura de los espacios, tanto reformados como de nueva planta, del museo.
Esta primera entrega reúne pinturas, esculturas, fotografías, videos y obras sonoras, pero también otros ejemplos como libros, carteles o portadas de discos, que reflejan la memoria cultural de la ciudad y el museo en diferentes momentos de su historia y a través de diversas prácticas artísticas.
Como preámbulo excepcional, en la renovada plaza Eduardo Chillida, queda instalada gracias al comodato de BBVA la escultura monumental Elogio del hierro III (1991), homenaje del artista donostiarra a un material esencial tanto en su producción como en el origen y desarrollo de la ciudad. La mesa museográfica con las siete maquetas de acero de La materia del tiempo (2004) de Richard Serra confirman este culto al hierro, que en el museo Guggenheim Bilbao adquiere una dimensión colosal.
El mineral de hierro aparece también representado en la extraordinaria Vista de Bilbao, anónimo de hacia 1700, encargada por un comerciante británico con residencia en la Villa. Adquirido recientemente en Londres, este lienzo de grandes dimensiones constituye la imagen pictórica más antigua de Bilbao conocida hasta la fecha y se expone ahora al público por primera vez.
De igual modo, el interés por el legado siderúrgico de Bilbao se percibe en la literalidad de piezas como el gran mural articulado por tuercas de hierro De la Ría al Abra (1973-1975) de Iñaki de la Fuente, que, en su momento, recuperó la galería Windsor, o en la instalación Vicinay (2018) de Aitor Ortiz, compuesta por las planchas metálicas marcadas por el arrastre de cadenas navales procedentes de la fábrica homónima.
Una atracción análoga por el paisaje postindustrial demuestra Sergio Prego en los audiovisuales Tetsuo 1 y Tetsuo 2 (1997), producidos por el centro de prácticas artísticas contemporáneas Consonni, que en 1996 inició su actividad en la península de Zorrozaurre en Bilbao. Para el proyecto, Prego desarrolló un dispositivo de cámaras que le permitió contar con un amplio repertorio de imágenes base en la edición final del video. Varios años antes, en 1979, Txupi Sanz experimentó con el formato audiovisual en una videocreación pionera, El parque, rodada en las inmediaciones del museo.
El contrapunto contemporáneo a la imagen de Bilbao lo pone la doble proyección Vacuum / Plenum (2019-2020) de Antoni Muntadas, que deja constancia de diversos lugares públicos de la ciudad, primero vaciados durante la pandemia y después vivificados tras el fin del confinamiento colectivo. Durante varios meses la ausencia de público afectó también al museo, que quiso señalar la persistencia del arte y sus espacios con dos producciones propias. En primer lugar, la instalación de luz Arnasa (2020) de Maider López -que conserva Artium Museoa de Vitoria-Gasteiz adquirida en el marco de la Colección Compartida impulsada por el departamento de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco-. En segundo, el proyecto sonoro aHUTSAK HARTUa (2023), realizado conjuntamente por Xabier Erkizia y Maialen Lujanbio.
Otros centros del ecosistema artístico vasco acogieron proyectos que ahora pueden verse en la exposición: Pausa pulsar (2023) de Ainara LeGardón en Tabakalera (San Sebastián); Luz cauce (2022) de Elena Aitzkoa en Azkuna Zentroa; …Meanwhile… rapture (2012) de Gema Intxausti en la Sala Rekalde o Sugoi (1985) de Juana Cima, en el café Lamiak, de Bilbao. Intxausti desde la denuncia y Cima desde el ecofeminismo comparten con Itziar Okariz -aquí con una pieza de su serie Trepar edificios (2003) producida por BilbaoArte- un marco teórico y una praxis artística que reafirman la dimensión política del arte y del espacio público.
Generaciones anteriores también volcaron sus propias inquietudes sociales y políticas desde distintas perspectivas: los poemas del libro Harri eta Herri (1964) de Gabriel Aresti; las ilustraciones de Juan Carlos Eguillor para el disco Hautsi da anphora (1980)de Ruper Ordorika, con poemas de Bernardo Atxaga; el cartel de 1968 atribuido a Néstor Basterretxea para el colectivo Ez Dok Amairu o la gran instalación pictórica Euskadi (1979) de Agustín Ibarrola representan esa reivindicación de la cultura vasca.
La escultura pública traza un amplio recorrido estético y temporal entre los modelos a escala de obras de Mariano Benlliure y Vicente Larrea. En el caso de Benlliure, de la estatua El escritor Antonio de Trueba, situada en los Jardines de Albia; y en Larrea, para la versión ampliada de Formas concéntricas I (1968), que el escultor realizaría un año después para un grupo de viviendas en el barrio bilbaíno de Begoña.
A la espera de su ubicación definitiva en el monumento al músico bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga, la rotunda materialidad de la musa Euterpe de Francisco Durrio se expone en horizontal, replicando la lógica de la escultura de suelo de los volúmenes vaciados de Core (2022) de June Crespo. Años antes, en 2003, Ulrich Rückriem proponía por encargo de la sociedad Bilbao Ría 2000 un itinerario público de losas de granito para el paseo de la Memoria en Abandoibarra.
Los espacios del museo han dado también cabida a acciones específicas. Darío Urzay y Jon Mikel Euba utilizaron en 2001 y 2002, respectivamente, la trasparencia de los muros acristalados del edificio en las intervenciones El vientre del observador (Umbral de atención) y Buruz bera, respectivamente,realizadas por encargo del museo. En el caso de Euba, una fotografía y el archivo de textos y dibujos del propio artista documentan la intervención.
El mismo carácter temporal tuvo la pintura de José Luis Zumeta sobre una de las paredes de la sala 33 que, en 2009, acogió su exposición ¡Ay! Corazón. Ahora puede recordarse a través de una grabación en video que documenta el proceso creativo y se proyecta en esa misma sala.